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Lifting the Emotional Embargo

Ruth Behar entrevista a Richard Blanco sobre la presentación de “Matters of the Sea/Cosas del mar” en la reapertura de la Embajada de los Estados Unidos en Cuba

October 8, 2015

Queridos Amig@s,

En este post, deseamos compartir nuestra conversación sobre la reapertura de la embajada norteamericana en Cuba. En la ceremonia, Richard leyó el poema que había escrito para la ocasión, “Matters of the Sea”, y que Ruth tradujo al español como “Cosas del mar”. En lo que sigue, hablamos sobre el significado de esa experiencia para Richard, así como sobre la inspiración para su poema. ¡Ojalá disfruten de la conversación!

Acaba de publicarse un librillo conmemorativo del poema, en edición completamente bilingüe, comentada por ambos Richard y Ruth.

Todos los beneficios, como derechos de autor de este libro, serán donados a Amigos de Cáritas Cubana, una organización sin fines de lucro que ofrece ayuda humanitaria y de urgencia, y servicios sociales al pueblo de Cuba.

Abrazos,
Ruth y Richard


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Ruth: En tu libro For All of Us, One Today, describes a fondo la experiencia de haber sido elegido para escribir y presentar un poema en la segunda inauguración del Presidente Obama. Sentiste entonces que por fin ya eras un “americano,” e incluso se lo susurraste a tu madre antes de subir al podio. Ahora este verano fuiste elegido para escribir y presentar otro poema por la reapertura de la Embajada de los Estados Unidos en La Habana. ¿Te sentiste por eso más “cubano”? Si así fue, ¿cómo sentiste tu cubanía tras la ceremonia? ¿Crees que tu modo de ser americano haya cambiado después de la experiencia de escribir y compartir en público el poema “Cosas del mar”?

Richard: No hay duda de que como Poeta Inaugural de la Presidencia empecé a sentirme unido emocionalmente a los Estados Unidos de otra manera. Fue como si la cuestión de “patria” hubiera quedado resuelta. Para ser honestos, el interés por mi herencia cubana, o al menos la urgencia de reclamarla se había perdido un poco. No sólo por mi Americanidad, sino porque unarelación personal “normal” con Cuba parecía imposible. De algún modo, la esperanza se fue apagando, igual que se le fue apagando a mi madre y a muchos otros exiliados, y también a muchos cubanoamericanos de mi generación.

Pero la cuestión de “patria”, y todo lo que esa palabra tan grande incluye – país, lugar, pertenencia, identidad cultural – no tiene resolución definitiva. Un ejemplo: El anuncio del presidente Obama de su iniciativa para normalizar las relaciones con Cuba hizo que yo me empezara a replantear cuestiones relacionadas con mi cubanidad y mi pertenencia cultural. Después de mi participación en la ceremonia de reapertura de la embajada norteamericana, esos cuestionamientos se hicieron más intensos, y aún sigo con ellos. No se trata de cuestiones sobre mi identidad como norteamericano, sino sobre mi identidad cubana. ¿Qué significa de verdad ser cubano? ¿Soy lo suficiente cubano desde el punto de vista de Cuba? ¿Tengo siquiera el derecho de reclamar mi propia herencia cultural?

Sorprendentemente, me siento hoy día menos cubano, y también más cubano que antes. Menos porque me he dado cuenta de que ser cubano tiene que significar más que tomar café cubano, escuchar a Celia Cruz, comer pastelitos de guayaba en Miami, y visitar la isla cada cinco o seis años. Cuba es un país de verdad con gente de verdad, con arte de verdad y con una historia de verdad que debo conocer mucho mejor si es que pienso llegar a definirme como cubano. En ese sentido, no soy tan cubano como pensaba. Pero por otro parte, irónicamente, me siento más cubano que antes porque se han reanimado y fortalecido mis deseos y mis esperanzas de conectarme con Cuba a un nivel más profundo. Casi lo siento adentro.

Durante casi toda mi vida me he cuestionado qué significa ser americano desde un punto de vista cubano que es de “otredad” cultural. Ahora que me siento más centrado que nunca en mi identidad norteamericana, me cuestiono qué significa ser cubano desde la otredad norteamericana. Es decir, ¡se me han invertido los papeles! Estoy encantado con esta inesperada sorpresa, y abierto al reto que me presenta tanto a nivel emocional como para mi poesía. Como se suele decir, el buen arte ofrece respuestas a interrogantes, pero es el arte con mayúsculas el que formula dichos interrogantes. Tengo muchas ganas de explorar las cuestiones de patria y pertenencia paralelamente a las nuevas relaciones políticas, culturales, y sentimentales que se están desarrollando entre Cuba y los Estados Unidos. Algún día me gustaría llegar a ser completamente cubano a la vez que completamente norteamericano. No mitad y mitad, sino en un todo Americubano perfectamente integrado, sin guión que los separe.

Ruth: ¿Qué es lo que te pasaba por la mente allí, en la reapertura de la embajada norteamericana el 14 de agosto de 2015, frente al Malecón y al mar, justo antes de levantarte a leer “Cosas del mar”?

Richard: Pensaba en tantas cosas, como te puedes imaginar. Pero yo diría que lo que tenía más fuerza en aquel momento no eran los pensamientos sino las emociones: el sentimiento absoluto, puro y sagrado de la esperanza. Esperanza de que aquel instante generase cambios verdaderamente transformativos; esperanza de que esos cambios trajeran el fin de tanto sufrimiento, y de que enmendaran toda las divisiones; esperanza –como la de un poema- de que todos un día superaríamos las heridas; esperanza por todas nuestras mañanas de silenciosa reconciliación; esperanza por un final feliz en el horizonte.

Ruth: Tu madre, que nació en Cuba, te acompañó a tu lectura pública de “One Today” en Washington D.C. Para tu lectura de “Cosas del mar,” con ocasión de la reapertura de la Embajada norteamericana en La Habana, te acompañó Mark, tu pareja, nacido en los Estados Unidos y para el cual era su primera visita a Cuba. ¿Porque era importante que fuera Mark quien compartiese esta experiencia contigo?

Richard: Creo que ahí hay otra ironía. Mi impresión es que la historia de mi madre como exiliada/inmigrante es, en gran manera, la clásica historia del Sueño Americano. Su fe en ese sueño, las difíciles decisiones que tuvo que tomar, su duro trabajo y sus sacrificios –todo eso fue lo que hizo posible, simbólica y emocionalmente aquel momento en el podio, en Washington. Por eso era importante para mí que ella estuviera a mi lado –mi lado americano- en la inauguración. En cambio en la ceremonia de la embajada americana, era importante que fuera Mark quien estuviera a mi lado –mi lado cubano- por diferentes razones. Obviamente Mark ha tenido bastante experiencia con la cultura cubana a través de mi familia y de los años que vivimos en Miami (¡incluyendo muchos Días de Acción de Gracias con puerco asado!). Pero yo quería que él viera la Cuba “real”, que tuviera la experiencia del origen, que viera aquello de lo que yo había estado hablando y escribiendo durante años. Además, anticipándome a la idea de que algún día pueda vivir un tiempo en Cuba con él, legal y moralmente, quería que se quedase enamorado de Cuba y de su gente. ¡Y por suerte así fue! A nivel simbólico, por otra parte, Mark representaba mi consciencia americana. Si él era capaz de asumir a Cuba, entonces yo, como Americano, también podía hacerlo; podía amar a ambos países.

Ruth: “Cosas del mar” trata de construir un sentido de unidad entre los cubanos, todos los cuales sienten una conexión profunda con el mar. El mar ha sido, desde hace mucho, un espacio de sueños y diáspora para los cubanos. Pero el mar también ha sido un espacio de tragedia y pérdida, ya desde el tiempo de la esclavitud y hasta la actualidad, con los balseros que sacrifican sus vidas para cruzar “al otro lado”. ¿Te resultó difícil “navegar” todas estas complejidades? ¿Cuál era el tono que buscabas en tu poema para expresar tanto la maravilla como la pesadumbre que los cubanos asocian con el mar?

Richard: Para aclarar las cosas: la ocasión requería que el poema se dirigiera no sólo a los cubanos, sino también a los americanos; a los Estados Unidos. Es decir, mi público era de tres tipos: los Estados Unidos, los cubanos de los Estados Unidos, y los cubanos de la isla; aunque obviamente el foco emotivo del poema sea la relación entre cubanos y cubanoamericanos. Esta fue sin duda la mayor complejidad, y la más sentimental, que tuve que resolver, tanto a nivel personal como colectivo. Por un lado, he vivido y escrito sobre experiencias dolorosas de mi comunidad exiliada, mi familia en Cuba, los campos cubanos de internamiento para enfermos de VIH/SIDA, el éxodo del Mariel, y la crisis de los balseros de los noventas. Es decir, he escrito sobre mucho del dolor y el sufrimiento de nuestra gente por doquier, la pérdida trágica de vidas, las necesidades sin fin. Pero por otro lado, también he vivido con nuestra esperanza heroica de que un día volveremos a unirnos como pueblo, con la fortaleza innegociable de nuestros lazos familiares, a pesar de la política, y con el deseo tácito de hallar el fin de nuestro dolor, nuestra ira, y nuestro resentimiento. El mar, que puede resultar melancólico y triste, además de agridulce que parece cubrir nuestras vidas y nuestra historia hasta el presente. Al final, sin embargo, quise que “El Mar…” –el poema- se hiciera eco no tanto de lo que fue o de lo que es, sino sobre todo de lo que podría ser. El poema es, en última instancia, sobre la esperanza de una reconciliación.

Ruth: Cuando te conté que José Martí estudió y escribió sobre la obra de Walt Whitman, te mostraste gratamente sorprendido. Me pregunto si la experiencia de la embajada te ayudó a ver, de una forma nueva e inesperada, la convergencia de las tradiciones poéticas de Marti y de Whitman. Por otro lado, has mencionado que los poemas de Elizabeth Bishop han ejercido una gran influencia sobre tu obra. ¿Qué es lo que tanto te atrae de la escritura de Bishop?

Richard: Sí, me di cuenta de que ambos, Whitman y Martí, trataban de entender, de un modo similar, el carácter esencial de sus respectivos “pueblos,” así como la idea de “patria.” Cuando leí el ensayo de Martí sobre Whitman me sentí como si estuviera escuchando a mi “mitad” cubana en conversación con mi “mitad” americana. Me di cuenta de que la búsqueda de una identidad cultural y nacional es más universal de lo que yo pensaba. Creo que es por eso también que me conecto tan intensamente con la obra de Elizabeth Bishop. Uno pensaría que la vida y obra de una mujer de Nueva Inglaterra como Bishop, que estudió en Vassar, no tuviera nada que ver con la mía, en tanto que hijo de exiliados cubanos que creció en Miami. Pero el poder y la belleza de la poesía nos conectan con las emociones más profundas que todos compartimos como seres humanos, como el amor, la ira, la pérdida, el triunfo. Y en el caso de la obra de Bishop, es esa necesidad universal de pertenecer a algo, a algún lugar, y/o a alguien que nos conecta más allá de las diferencias culturales. Bishop quedó, de hecho, huérfana a los cuatro años, y por eso reconozco en su obra cuestiones parecidas a las mías sobre patria y pertenencia, que van paralelas a las complejidades emocionales y a la psicología del exilio. Además, ella es homosexual, igual que yo; y creo que eso añade otra similitud a nuestra respectiva búsqueda de un hogar; no en el sentido físico, pero en el sentido de hogar como un espacio de protección en el que podemos ser quienes verdaderamente somos sin miedo ni vergüenza. Esto añade una dimensión más a mi atracción por la obra de Bishop. Al verme yo en ella – en el “otro”- me he convencido de que los sentimientos son universales, a pesar de que sus contextos culturales específicos sean distintos. En consecuencia, he podido escribir con mayor aplomo, con la seguridad de que mi historia y la de mi comunidad exiliada es, en esencia, una búsqueda y una lucha universal por un espacio de pertenencia. Bishop, Martí o Whitman –todos somos “el otro,” a la vez que todos somos el mismo.

Ruth: Si mañana el presidente Obama te nombrara poeta-embajador en Cuba, ¿cuál sería tu programa?

Richard: ¡Qué título tan bueno, poeta-embajador! Sería el trabajo de mis sueños, sin duda ninguna. Una de las principales misiones de una embajada es promover los intercambios profesionales, educativos y culturales, y eso es lo que yo haría, centrándome principalmente en los intercambios entre cubanos de la isla y cubanoamericanos, y sobre todo en los de mi generación. Creo que esas conexiones son clave, porque tanto a nivel emocional como político, están en la base de todo lo que se quiere conseguir. El éxito de tal programa podría servir como una especie de brújula para navegar las aguas del cambio y conseguir una relación bilateral mutuamente respetuosa, beneficiosa, y simbiótica entre todos los cubanos, y entre los Estados Unidos y Cuba. En el ámbito profesional, los cubanoamericanos pueden ser útiles en ayudar a los cubanos a montar negocios de éxito, y a orientarlos para que puedan prosperar y que nadie abuse económicamente de ellos, partiendo de la base de que la prosperidad puede llevar al empoderamiento, y por tanto a la capacidad de los cubanos de abogar mejor por sí mismos y por cambios. En el ámbito cultural y educativo, muchos de nosotros los cubanoamericanos, incluyéndome a mí, tenemos mucho que aprender, por decirlo de alguna manera. Aunque nos educaran como “cubanos”, no es lo mismo que haber crecido en Cuba, como la mayoría de nuestros padres y abuelos. Tenemos un vacío cultural y creo que los cubanos de la isla podrían ayudarnos a subsanarlo compartiendo su música, su arte y sus humanidades. Por nuestra parte, nosotros podemos servir como mini-embajadores y educar al público norteamericano, ayudándolo a entender las verdaderas historias, vidas y cultura de Cuba, mas allá de los mojitos y de los carros antiguos. Así, quizá podamos conseguir el respeto hacia la cultura del país, y ayudar a la preservación de su carácter. Todo esto, por supuesto, asumiendo que se produzcan las condiciones políticas para tales intercambios, y con el objetivo final de que los cambios en Cuba sean profundos y verdaderos en todos los sentidos.

Ruth y Richard: ¡Thank you por leer esta entrevista!

Traducido del inglés por Ariana Hernánandez-Reguant

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Ruth Behar, author and creator of Bridges to Cuba
Richard Blanco, poet and creator of Bridges to Cuba
Macondo: A Homeland for Writers

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