Querid@s Amig@s de Puentes hacia/desde Cuba:
Antes que nada, queremos darles las gracias a todos los que nos escribieron comunicándonos su entusiasmo por nuestro proyecto. Nos conmovió que algunos nos escribieran en los primeros momentos después de lanzar el sitio web el 8 de junio. Fue emocionante saber que entre cubanos, tanto de la isla como de fuera de la isla, junto con los que no son cubanos pero sienten un vínculo fuerte con Cuba, haya muchos que creen que estamos dando un paso positivo al querer tender puentes y levantar el embargo emocional. Nos complació mucho que varios de ustedes se ofrecieran a ayudarnos.
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No pudimos responderles más rápido porque la página se lanzó en los días que andábamos preparando nuestro viaje a Cuba. Hacía años que Richard y yo hablábamos de ir juntos a Cuba. Al fin llegó el momento. El trece de junio nos encontramos en el aeropuerto de Miami. Nos dijeron que llegáramos cinco horas antes de la hora de partida. Resultó ser un buen consejo. Varios vuelos salían para La Habana al mismo tiempo. Después de hacer el check in, las colas que se hicieron tan largas que llegaban hasta la entrada del aeropuerto. En mayo habríamos visto a la gente que iba a la Bienal de La Habana. Pero a mediados de junio, ya empieza la temporada baja de turismo en Cuba. Hace demasiado calor para los extranjeros. Nuestro vuelo estaba lleno sólo de cubanos llevando regalos para sus familias, además de nosotros dos, ansiosos de compartir nuestras Cubas.
Richard ya había viajado a Cuba anteriormente con su madre, mientras que yo había viajado casi siempre sola, yendo algunas veces con mi esposo y mi hijo, pero nunca con mis padres que todavía no han querido volver. Sabíamos que hacer el viaje juntos iba a ser emotivo para ambos. Si han viajado a Cuba, saben que un día en Cuba equivale a unos diez días en cualquier otra parte del mundo. La vida se vive con una intensidad única e indescriptible en la isla.
En La Habana, paramos en una “casa particular” en el edificio donde viví de niña, que está a media cuadra de la sinagoga del Patronato. El apartamento es el negocio de nuestros antiguos vecinos, que orgullosamente nos mostraron como la ducha tenía agua caliente y fría automática, así que no haría falta calentar agua en la estufa para luego bañarse con cubos de agua, como acostumbran la mayoría de los cubanos. Tan pronto nos acomodamos, salimos a dar un paseo largo por El Vedado, brillante con los flamboyanes anaranjados que florecen en estos días del año. Le mostré a Richard el parque donde jugaba de niña, que tiene una glorieta que no ha cambiado en tantos años.
Al día siguiente, acompañados por un amigo historiador, Gerardo Hernández, y su esposa, Amarilys, nos fuimos a andar La Habana Vieja. Vimos los proyectos de restauración del Capitolio, idéntico al de la capital de los Estados Unidos, y la Manzana de Gómez, la primera galería comercial que hubo en Cuba, que una vez alojó muchas tiendas elegantes. No hay duda de que las joyas arquitectónicas de La Habana se están renovando. Pero cuando caminamos por la Calle Muralla, famosa por sus negocios judíos, vimos las puertas cerradas de tiendas abandonadas y sentimos la tristeza fantasmal de los que se fueron hace tiempo.
Seguía lloviendo ligeramente. No había ningún transporte. De la nada apareció una mujer taxista y dijo que estaba disponible. Y su nombre era Bienvenida.
Bienvenida me pareció tan amable que se me ocurrió pedirle que nos llevara a Cienfuegos, donde teníamos programado ir luego para visitar a la familia de Richard. Ella nos dijo que no conducía fuera de La Habana, pero que no nos preocupáramos, ella nos ayudaría a encontrar a alguien que nos resolviera. Y así mismo fue, ella se puso en contacto con otro taxista y él a su vez se puso en contacto con otro chofer, Eduardo, que hacía poco había decidido dejar de trabajar para el gobierno y hacerse chofer independiente.
No podíamos haber pedido un chofer más profesional y cordial. A la mitad del camino, paramos en un restaurante familiar en la carretera llamado Paladar Km 50, donde el menú era en pesos cubanos en vez de en moneda convertible, para que fuera más accesible a los cubanos de la isla. Nos imaginamos el marketing de este restaurante dentro de unos años: “De la Granja a la Mesa.” Las gallinas y los puercos y los platanales y las yucas estaban a pocos kilómetros. Una comida completa, acompañada por una ensalada y una generosa porción de arroz congrí, costaba el equivalente de $3.50. Aunque el restaurante solo disponía de diez mesas, cada mesa tenía su número, como si estuviera en pleno Nueva York. Escuchamos a la camarera refiriéndose a nuestra mesa como “la número cinco.”
En Cienfuegos, Richard fue recibido por su familia extensa con gran amor, la hermana mayor de su madre llena de puro cariño, abrazándome a mí también como si me hubiera conocido toda la vida. Pasamos un día visitando los pueblos azucareros de Espartaco y Palmiro, de donde viene su familia, y le hicimos una visita a su primo, que lleva el apodo de El Curro, y que tiene una granja llena de matas de mango que florecían con exuberancia. Un periodista y un fotógrafo de Associated Press nos acompañaron en este recorrido. Al regresar descubrimos que el reportaje ya había llegado al New York Times. Se puede leer aquí: http://www.nytimes.com/aponline/2015/06/19/world/americas/ap-cb-cuba-poets-journey.html?_r=0
Luego por la tarde, Orlando García, escritor e historiador, y viejo amigo, nos invitó a conocer escritores y músicos de la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas) de Cienfuegos. Era la noche de la Peña de Candelario Alvarado, llamada por él “Escritrova,” porque combina escritura y música de trova. Mientras compartíamos poemas entre canciones durante las “cortinas musicales,” la lluvia hizo que nos fuéramos apretándonos bajo el tejado, creando un círculo más íntimo.
Por la noche nos reunimos con algunos primos de Richard en El Muelle de Cienfuegos y hablamos del futuro y de lo que podría ocurrir a partir de la apertura de las relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos. ¿Volverán los americanos a apoderarse de todo? les preguntamos. Una de las primas de Richard no dudó en decir, “Eso no va a pasar aquí. Olvídate de eso.” Ella, como muchos otros, se siente segura de que los cubanos sabrán cómo mantener su espíritu independiente y rebelde en el futuro.
Seguimos a Matanzas, donde el famoso creador de libros artesanales, Rolando Estévez, una amigo de muchos años, ahora lleva una editorial independiente llamada El Fortín. Estévez nos invitó a participar en una tarde de música, literatura, danza, y arte en el histórico Museo Farmacéutico, una joya arquitectónica que se ha preservado en ámbar. Él mismo hizo un performance dramático del bello y desgarrador poema de Dulce María Loynaz, “Eternidad.” Con las palabras, “Para ti lo infinito o nada,” a muchos se nos salieron las lágrimas. (El poema lo pueden leer al final de esta carta.)
Hubo más lágrimas en el viaje de regreso a La Habana cuando el chofer Eduardo tuvo que parar en la carretera para recibir un mensaje del hijo de su exesposa de dieciocho años. La exesposa se había ido a Canadá para quedarse el día anterior sin decírselo a nadie. Eduardo se mostró muy dolido. Trató de controlarse pero se le saltaron las lágrimas y nosotros también queríamos llorar con él de entrada en la ciudad, pasando por el Malecón, desesperadamente intentando aguantar la gran fuerza del mar.
La última noche fuimos al Café Madrigal, creación de Rafael Rosales, un cineasta, que hace dos años abrió sus puertas y ha llenado el espacio de altos techos con grandes obras de arte, antiguas máquinas de escribir y proyectores de cine, transformando el bidet en una maceta para sus plantas. Con nosotros estuvo otra amiga de muchos años, Rocío García, que fue becada para estudiar arte durante siete años en San Petersburgo cuando todavía se llamaba Leningrado. Dio la casualidad que una de las amigas rusas de Rocío estaba de visita y entre vodkas y frituras de malanga hablamos de nuestras esperanzas pesimistas para el futuro, Rocío traduciendo del español al ruso. Sólo en Cuba, pensamos, tantas idiomas, culturas, y geopolíticas podían coincidir de una forma tan natural.
El vuelo de regreso a Miami se atrasó cinco horas. Habíamos llegado tres horas antes de la partida, como nos había pedido la línea aérea, así que tuvimos una larga espera en el limbo antes de irnos de Cuba. Richard necesitaba fumar un cigarro. Algo inesperado había pasado en Cuba—¡ya no era posible fumar en el aeropuerto! Pero junto con varios otros, incluyendo empleados del aeropuerto, Richard pudo fumar rapidito en el baño del aeropuerto. Otra vez, sólo en Cuba.
Hemos regresado de este viaje inspirados. Vimos muchas posibilidades para tender puentes entre escritores, artistas, músicos y cubanos y cubanas de diferentes estilos de vida y diferentes lugares de residencia. Compartiremos con ustedes éstas y otras historias en nuestros próximos blogs. Esperamos sus reacciones y agradecemos a todos ustedes de corazón que también son creadores de puentes.
Gracias y abrazos,
Ruth
(Gracias a Ariana Hernández-Reguant y Gabriela Jauregui por revisar este texto.
Dulce María Loynaz
De Versos, 1920-1938 (1938)
ETERNIDAD
No quiero, si es posible, que mi beneficio desaparezca, sino que viva y dure toda la vida de mi amigo.
SÉNECA
En mi jardín hay rosas:
Yo no te quiero dar
las rosas que mañana…
Mañana no tendrás.
En mi jardín hay pájaros
con cantos de cristal:
No te los doy, que tienen
alas para volar…
En mi jardín abejas
labran fino panal:
¡Dulzura de un minuto…
no te la quiero dar!
Para ti lo infinito
o nada; lo inmortal
o esta muda tristeza
que no comprenderás…
La tristeza sin nombre
de no tener que dar
a quien lleva en la frente
algo de eternidad…
Deja, deja el jardín…
no toques el rosal:
Las cosas que se mueren
no se deben tocar.
Translated from the Spanish by David Frye
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