Blog
El realismo mágico de la memoria
Dec 1, 2016
Desde que se publicó el blog del mes pasado hemos presenciado la elección de Donald Trump y la muerte de Fidel Castro. En contraste con esas dominantes figuras masculinas, este mes Margarita Engle comparte con nosotros su pasión y motivación por escribir sobre los héroes no reconocidos de la historia y los poetas olvidados que han luchado por el cambio mediante la no violencia en situaciones muchas veces desesperadas. Ella nos recuerda la importancia de conectar el pasado y el presente mediante el puente de la literatura, especialmente para que los lectores jóvenes tengan un cuadro más completo de la historia cubana. Dado que tanto Cuba como Estados Unidos se enfrentan a un futuro incierto, no hay mejor momento que este para pensar en cómo transmitir a la próxima generación las historias de aquellos que desearon la paz.
por Margarita Engle
Mi condición de cubano-americana es poco común, ya que no soy ni refugiada ni exiliada. Mi padre es un artista americano que viajó a Trinidad, la ciudad natal de mi madre cubana, después de haber visto fotos de esa ciudad en el número de enero de 1947 de la revista National Geographic. Conoció a mi madre el día de San Valentín, en la terraza de un palacio colonial que se utilizaba como escuela de arte, y que hoy en día se conoce como El Museo Romántico. Cuando mis padres se conocieron, fue amor a primera vista. No podían hablar el mismo idioma, pero siendo los dos artistas, se pasaban dibujos mutuamente para conocerse. En un año, ya estaban casados. Se mudaron a Los Ángeles, la ciudad natal de mi padre, donde nacimos y crecimos mi hermana y yo. En nuestros viajes de verano a la Isla para visitar a la familia de mi madre, yo también me enamoré a primera vista. Quedé encantada con mi abuelita, mi bisabuela y mis tíos y primos. Muchos eran educados, pero otros eran guajiros, campesinos que vivían en sus propias fincas, montaban caballo, atendían su ganado, cortaban caña y recogían frutas silvestres, mamoncillos y mameyes de brillantes colores que todavía recuerdo tan vívidamente como si estuvieran hechos de fulgores de luz que pueden viajar a través de los años y las décadas.

Durante el año escolar en Los Ángeles, yo era un ratón de biblioteca que amaba las historias de aventura y la poesía. En Cuba, las aventuras eran reales. Me enamoré de la naturaleza tropical, jugando con las flores, atrapando tarántulas, y cumplí mi sueño de montar a caballo. Algunos de mis primos y tíos eran barbudos, revolucionarios que lucharon junto al Che Guevara en el Escambray, y que más tarde volvieron a luchar, pero en contra de él una vez que la reforma agraria tocó a las fincas más pequeñas.
Estábamos en Cuba durante el verano de 1960, cuando las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos comenzaron a desmoronarse. Los años subsecuentes trajeron la invasión de Playa Girón, la Crisis de los Misiles de Octubre, el embargo comercial y la prohibición de los viajes. Durante mi adolescencia, en la década de 1960, era más fácil para un ciudadano estadounidense caminar sobre la luna que visitar a familiares en Cuba. Sin esas visitas de verano, sentí como si hubiera dejado una hermana gemela invisible en la Isla, la muchacha que yo hubiera sido si hubiésemos vivido en la patria de mi madre en lugar de la de mi padre.
Durante tres décadas⏤desde 1960 hasta 1991⏤la memoria sirvió de puente mágico a través del tiempo, ayudándome a sentirme completa. Todavía fascinada por la naturaleza tropical, estudié botánica y agronomía, me convertí en la primera mujer profesora de agronomía en una universidad técnica de California, y luego, durante un seminario de postgrado para escritores que dictó el gran poeta mexico-americano Tomás Rivera, volví a descubrir mi amor de infancia: la creatividad literaria.
Durante el verano de 1991, después de la caída de la Unión Soviética, se permitió que turistas que no fueran procedentes del bloque oriental asistieran a los Juegos Panamericanos de La Habana. Como a los cubanos todavía no se les permitía interactuar con extranjeros, visité a mis familiares en secreto, haciendo que mi vida se sintiera aún más surrealista que antes de esas reuniones familiares a escondidas. Volé a Trinidad en un avión tan pequeño y tan viejo, que el piloto sacaba la cabeza por la ventanilla para saludar a la gente en la pista.

Continué viajando a la Isla con frecuencia durante El Período Especial de principios de los años 90, cuando los cubanos estaban tan hambrientos y desesperados que decenas de miles se tiraron al mar en frágiles balsas. Mis novelas sobre esa época fueron escritas en prosa, para adultos. No fue hasta que decidí escribir una novela histórica sobre Juan Francisco Manzano, El Poeta-Esclavo de Cuba, que cambié a versos libres. Durante la última década, he escrito casi exclusivamente en verso, y casi enteramente para niños y adolescentes. Tiendo a escribir sobre personas que no son famosas en Estados Unidos, tratando de traer a los héroes olvidados de los márgenes de la memoria. Me fascinan especialmente aquellos que encontraron maneras no violentas de luchar por el cambio, aferrándose a la esperanza en situaciones que deben de haber parecido de suma desesperanza. Rosa la Bayamesa, en El Árbol de la rendición / The Surrender Tree, fue una enfermera que se fue a la manigua para dedicarse a sanar a los soldados de ambos lados durante las guerras cubanas por lograr la independencia de España. Fredrika Bremer, sufragista sueca en The Firefly Letters, y Gertrudis Gómez de Avellaneda, gran poeta cubana en The Lightning Dreamer, utilizaron la palabra escrita como arma contra la esclavitud y la opresión de las mujeres. Antonio Chuffat, en mi más reciente novela histórica en verso, Lion Island, documentó peticiones de libertad escritas por chinos que trabajaban como servidumbre contratada en la Isla. En un esfuerzo por traer el pasado a la vida en el presente, escribo estas historias biográficas en tiempo presente, con la esperanza de ofrecer a los jóvenes lectores una sensación de inmediatez que podría describirse como un viaje a través del tiempo. Al escribir en verso libre en lugar de en prosa, trato de ofrecer una página de bienvenida, llena de lenguaje rítmico que pueda servir de puente musical entre el pensar y el sentir.

Cada vez que regreso a la Isla, veo pequeños cambios esperanzadores, como los mercados agrícolas y un florecimiento en las artes. Hace unos años, decidí escribir una memoria en verso, Enchanted Air, Two Cultures, Two Wings. Sin señal visible en el horizonte de un deshielo de la Guerra Fría, había renunciado a soñar que la renovación de las relaciones diplomáticas ocurriera durante mi vida, por lo que escribí mis memorias de la infancia para jóvenes lectores, asumiendo que una generación futura sería la que finalmente haría la paz. Nunca me he sentido tan feliz de haberme equivocado. A mi puerta llegaron ejemplares anticipados de esa obra para que los revisara, la mismísima semana en que el Presidente Obama anunció planes para una reconciliación gradual. Me sentí como si hubiera escrito una plegaria, y que milagrosamente, esta era la respuesta a mi plegaria, transformando mi súplica en un canto de gratitud. Espero que los niños que se sientan marginados, divididos o desdoblados por la historia⏤o cualquier otra extraña circunstancia de la realidad⏤puedan encontrar estímulo en la historia de una muchacha que deseaba la paz.
Comencé a escribir sobre los héroes no violentos de la historia porque los admiro, y porque tantos norteamericanos conocen tan poco sobre Cuba. Cuando visito escuelas en California, los niños no me preguntan, “¿Dónde está Cuba?” Ellos preguntan: “¿Qué es Cuba?” Incluso muchos de sus maestros no aprendieron nada sobre la Isla en la escuela. El mes pasado, conocí a un profesor de historia de Estados Unidos que pensaba que Cuba era un protectorado de Estados Unidos, como Puerto Rico. Sin embargo, los esfuerzos del Presidente Obama me han inspirado para pasar al presente. Mi siguiente novela en verso, para estudiantes en los grados intermedios y titulada Forest World, es una historia de aventuras ambientada en Cuba moderna con un fuerte tema ambiental (a ser publicada por Atheneum en el otoño de 2017).
Ahora, repentinamente, justo después de estas estrambóticas elecciones en EUA, el futuro es una vez más desconcertante. ¿Qué hará Trump? Me resulta imposible entender mis propias y complicadas emociones mientras me pregunto sobre el futuro de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Siento temor, tristeza y rabia. Me siento como una tempestad. El legado del Presidente Obama de hacer las paces merece perdurar, pero siendo yo un ser con familia a ambos lados de un puente amenazado, me siento tan impotente como me sentí de niña. Todo cuanto puedo hacer es esperar, esperanzada.
EN NINGÚN LUGAR DEL MAPA
[Tomado de Enchanted Air, página 11]
Después de esos primeros elevados veranos,
cada vez que volamos a nuestro diario
vivir en California, uno de mis dos yo
se queda atrás: la muchacha que yo sería
si viviera en la Isla de mami,
en lugar del continente de papi.
En los mapas, Cuba tiene forma de cocodrilo,
pero cuando miro su contorno en el papel,
no logro ver la bella finca
en el vientre del cocodrilo.
Ni logro encontrar las palmas,
ni las deslumbrantes playas de coral
donde saltan peces voladores,
relucientes
como arcoíris.
A veces me siento
como una encrespada ola del mar,
una ola que solo pertenece
entre
las dos sólidas orillas.
A veces me siento
como un puente,
o una tempestad.
***
Margarita Engle es la autora cubano-americana de novelas en verso como The Surrender Tree, ganadora del Newbery Honor y The Lightning Dreamer, ganadora del Premio PEN USA. Su libro en verso, Enchanted Air, recibió el Premio Pura Belpré, el Golden Kite Award, el Walter Dean Myers Honor y el Lee Bennett Hopkins Poetry Award, entre otros. Los libros de Margarita han recibido múltiples premios Pura Belpré, Américas, International Latino, y Jane Addams, el Claudia Lewis Poetry Award y un premio de la International Reading Association. Su más reciente libro ilustrado, Drum Dream Girl, recibió el premio Charlotte Zolotow por su texto.
La más reciente novela histórica en verso de Margarita es Lion Island, Cuba’s Warrior of Words. Vive en el centro de California, donde le gusta ayudar a su marido a entrenar a su perro de búsqueda y rescate.
Traducción de Eduardo Aparicio
Eduardo Aparicio es traductor, escritor y fotógrafo. Nació en Guanabacoa, Cuba, y reside en Austin, Texas.
Wonderful piece by Margarita Engle. It brings back so many memories for me, who admire the author for her adventures in narrative verse
“All I can do is wait, and hope.”
I do more than “wait and hope”.
I returned from Cuba about two weeks ago after installing two water purification systems in Cuban churches. One in San Cristobal and the other just east of Baracoa in the hurricane damaged area.
I will be speaking at the University of Miami in February where I will ask for a leader of each Christian denomination, a Jewish Church leader and the leader of the Catholic Church in Miami, Florida to appeal to the Cuban-American community to end the Embargo.